ATENCIÓN: SPOILERS DE AND JUST LIKE THAT… (SECUELA DE SEXO EN NUEVA YORK)
Como buena fan de Sexo en Nueva York, soy de esas seguidoras de la nueva serie And Just Like That… En esta serie, el debate estrella es el de las identidades de género, muchas veces mezclando la disidencia de género con las identidades trans, y usando un lenguaje neutro emborronado la lectura de la identidad a través de la preferencia genital. Cuando vemos a Miranda (un personaje cis-femenino) acostarse con Che (personaje no binarie con vagina), el guion tiende a sesgar la sexualidad en una performatividad sexual (incluso relacional) sáfica incluso llevándonos a pensar (a finales de la tercera temporada) que pueda estar relacionada con el empoderamiento femenino.
Esta lectura creo que puede ser peligrosa: aún la serie no ha terminado y no podemos saber cuál será el verdadero mensaje, pero esta posible interpretación (espero que sea incorrecta) es muy preocupante, y no soy la única que le ha dado ese sentido… Uno de los aprendizajes que tuve en la vida post-terapia de conversión que sufrí, fue entender la disidencia de género y, en concreto, una de las formas de identidad de género que exponía Judith Butler en «El género en disputa»: la identidad política.
Hubo un momento en que vivía encapsulada en una visión de la identidad trans como un fracaso de la identidad de una persona como consecuencia de una no aceptación de la corporalidad (como si los roles de género dependieran de ello), porque así me habían inculcado en terapia que eran las identidades trans. Y en esa experiencia post-terapia de conversión tuve que lidiar con mi performatividad de género confusa y totalmente rota, además de una depresión que me llevó a confundir un ideal político abolicionista de género con la posibilidad de performativizar (así lo veía, aunque realmente estaba actuando) ese ideal como una expresión de género disidente.
Cuando pude lidiar con mi verdadera identidad como mujer, y tras trabajar en todo lo que me habían metido en la cabeza a través de la terapia de conversión, pude estudiar qué había ocurrido en ese período de mi vida en el que creí tener una identidad de género disidente (agénero, en mi caso). Y resultaba que había entendido la aceptación de un género como si se tratara una forma fluida de la identidad, que a través de las performatividades (política, discursiva, subversiva…) se «elegía» o se «sentía» y, de esa forma, se llegaba a ser. Sin embargo, mi entorno no fue capaz de integrar esa identidad. La respetaba, como posicionamiento político, pero había algo fijado en la interpretación de mi identidad sobre la que se construía una identidad superficial (la performatividad, la identidad leída).
Ocurre con el personaje de Che algo similar a lo que vivía yo en ese periodo de mi vida: la disidencia de género en Che es muchas veces leída como una performatividad (que confundimos con identidad) que «envuelve» o «enmascara» la identidad que tenemos integrada de esa persona (como tiene vagina: mujer). Eso ocurre con muchas personas a la hora de tratar con disidentes de género e incluso con personas trans. Y es que esto me ha ocurrido muchas veces conversado con personas que confesaban no asumirme como mujer, y de forma más sutil me he visto en muchas situaciones en las que personas que «me asumían como mujer» me trataban «por despiste» en masculino.
Y es que muchas veces el problema al que nos enfrentamos no es el de ser poco respetadas o aceptadas, sino que no somos integradas en nuestra identidad de género. Ya comentaba en este blog que parece que es necesario añadir «trans» a nuestra identidad de género, porque eso de «trans» es una forma de leernos como «transicionadas», es decir: que hemos creado esa capa performativa que decimos que es nuestra identidad pero que realmente se interpreta como una performatividad o incluso una interpretación de género, como si realmente fuera fluido y superficial a la identidad que está integrada. Y así no se acepta realmente la identidad real: se acepta/integra una identidad encapsulada en algo que debe ser respetado políticamente, discursivamente, pero que no se lee así en lo ontológico.
Ahora que veo a mi entorno que «me ha aceptado», o que al menos no deja ver fácilemente los fallos interpretativos de mi género (rara es la ocasión en que me tratan en masculino), veo cómo fallan en la interpretación del género de Che. Veo que cuesta hablar en neutro aunque «se respete» como una identidad. El discruso sobre disidentes del género binario está lleno de «ella/él, perdón, elle». Me pregunto si mi entorno estará realmente integrándome como mujer, o si me integra como mujer-trans y si podemos luchar contra la lectura superficial de una cápsula performativa de la identidad, para aceptar la expresión de una misma identidad-performatividad y no como un acting o enmascaramiento de un «género fluido».